Había llegado el momento: este año, tocaba cambiar de móvil. Tras dar muchas vueltas a la decisión y tener al Pixel 9 en la lista hasta el último momento, me decidí por el iPhone 16.
Un salto casi gigante
Cuándo cambiar de iPhone es un tema muy personal. Hay quien renueva anualmente, pero también quien se espera a las versiones pares o impares porque en un ciclo de dos años da más tiempo a innovar. También hay casos que aguantan todo lo posible con su móvil mientras siga recibiendo actualizaciones y, cuando va realmente mal o cuando Apple deja de dar soporte, es cuando deciden cambiar.
Mi iPhone 11 Pro ya estaba pidiendo la hora. Con un 72% de salud de batería, tenía que cargarlo más de lo que me gustaría, la potencia había dejado de ser suficiente para algunos juegos y se notaba que la multitarea (que no es el fuerte del iPhone) le costaba. También había animaciones que renqueaban un poco y, sobre todo, la cámara se había quedado atrás.
No por calidad de imagen, que ya veremos que sigue siendo muy buena, sino porque en interiores le cuesta. Y de noche ni hablemos. Con todo eso en cuenta, el cambio de un iPhone 11 Pro a un iPhone 16 es abismal. El diseño puede gustar más o menos, pero tener USB-C (aunque sea el lento) es una gozada y la pantalla pasa de las 5,8 pulgadas hasta las 6,1 pulgadas. El móvil no es mucho más grande, pero la pantalla sí. Y se nota mucho a la hora de jugar y ver contenido.
La cámara es otro cantar
Aunque había una serie de elementos por los que quería cambiar de móvil, la cámara era el más importante. Fuera de casa, la del iPhone 11 Pro se sigue comportando genial de hecho, creo que es la mejor cámara que ha hecho Apple en un iPhone gracias al poco procesado de sus imágenes, pero eso es otro cantar. Dentro de espacios, en el día a día, cuando haces fotos a comida en un restaurante o a tus mascotas, la cosa cambia.
Sí, evidentemente el 11 Pro se seguía defendiendo, pero un móvil más reciente, aunque no sea Pro, va a ser mucho más solvente. No pretendo hacer un análisis de las cámaras del iPhone 16, ya que ese tema lo abordará mi compañero Iván Linares a fondo en su análisis, pero sí quiero compartir unos ejemplos tomados este primer día para que veas el cambio de un iPhone 11 Pro a un iPhone 16.
Lo cierto es que es sorprendente y, antes de nada, quiero comentar que, con buenas condiciones de luz, la fotografía del 11 Pro me parece mejor gracias a un grano natural que no tiene el iPhone 16 (ni los anteriores iPhone desde el 12 debido a ese sobreprocesado) y tampoco presenta un sharpening exagerado. Me parecen mejores fotografías cuando las condiciones son las óptimas, pero las del iPhone 16 son mucho, mucho más versátiles.
Visto todo esto, el arma a favor del iPhone 16 son los nuevos estilos. No tanto por la nueva paleta con más opciones, sino por la posibilidad de personalizar el estilo para conseguir un mejor tono en las sombras antes o después de tomar una fotografía.
Al final, y con todo esto en cuenta, considero que cambiar de un iPhone 11 Pro o un 12 Pro a un iPhone 16, aunque perdamos el teleobjetivo de dos aumentos óptico, es una buena idea. No sólo tienes un chip mucho más actual (que garantiza muchos más años de actualizaciones), también USB-C, una pantalla brillante, muy buenos altavoces y una cámara que, con ese sensor grande principal y con el 2x digital, se porta genial en todas las situaciones.
Y, ya que estamos, te dejo un vídeo capturado con los dos iPhone. El de la izquierda vuelve a ser iPhone 11 Pro y el de la derecha, iPhone 16. Si te fijas en la parte superior, en los árboles, el ruido es mucho más notorio en el iPhone 11 Pro. La farola también tiene un destello que no está tan presente en el iPhone 16, pero ambos siguen montando lentes bastante reguleras, provocando brillos.